Una obra de Shakespeare que no es una tragedia es " El sueño de una noche de verano ", ya que es una comedia escrita alrededor de 1595 que narra la historia de dos parejas de amantes y personajes mitológicos. Shakespeare escribió muchas obras en géneros diferentes, incluyendo comedias , tragedias , obras históricas y romances . Comedias: A menudo presentan enredos románticos, personajes humorísticos y finales felices. Tragedias: Se enfocan en personajes nobles que enfrentan un destino funesto, como en Hamlet , Macbeth y Otelo . Obras históricas: Se centran en la vida de reyes ingleses. ¿Qué obras de Shakespeare no son tragedias y por qué siguen siendo fundamentales? TLDR: Las obras de Shakespeare que no son tragedias —comedias, dramas históricos y poemas— revelan su genio desde otros tonos: la risa, el poder y la belleza del lenguaje. Descubrirlas es entender la otra mitad del alma shakespeariana. Introducción No todo en Shakespeare es muerte, traición o destino. Tam...
Esa frase famosísima —“¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”
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El personaje central, Ricardo III, es presentado como una de las figuras más complejas y emblemáticas de William Shakespeare, cuya caracterización se desarrolla a través de la perversidad, el dominio del lenguaje y una caída que tiene implicaciones históricas e ideológicas. La obra, escrita alrededor de 1592-1594, explora la ambición desmedida y la corrupción del poder, situándose como una pieza fundamental para comprender la crítica social y política de la época isabelina.
Perversidad: Gestación de la Malicia y Deformidad
Ricardo, duque de Gloucester, es el "malvado protagonista de la tragedia shakespeariana" y el "primer gran villano de Shakespeare". La obra narra su "despiadada campaña para ascender al trono de Inglaterra", utilizando la manipulación, el asesinato y la traición. La gestación de su perversidad es un tema central, llevando a la "satanización" del personaje.
Deformidad como Justificación
Una característica definitoria de Ricardo es su deformidad física. Se le describe como jorobado, toscamente acuñado, "deforme, incompleto, lanzado a este mundo / cuando sólo a medias estaba terminado", y tan tullido y desfigurado que "hasta los perros ladran a mi paso".
Esta deformidad es presentada por el propio Ricardo como la justificación de su maldad. En su soliloquio inicial, confiesa que, ya que la "vil naturaleza" le ha sido adversa y no puede actuar como un amante ("no encuentro más placer para matar el tiempo / que espiar mi sombra bajo el sol"), "he decidido actuar como un villano".
El Villano Maquiavélico e Ideológico
Ricardo encarna al "rey maquiavélico", alineándose con la idea de que "el fin siempre justifica los medios" para alcanzar el poder. El personaje se jacta de su capacidad para el engaño, revistiendo su "desnuda villanía con retazos viejos robados de la Santa Biblia". Actúa como un "villano efectivo entre un montón de villanos obsoletos", manipulando y urdiendo conspiraciones.
Sin embargo, esta representación villanesca está fuertemente influenciada por el contexto político. La descripción de Ricardo como un tirano deforme fue propagada por la dinastía Tudor (que lo suplantó tras su derrota en Bosworth Field), alineándose la obra de Shakespeare con esta propaganda para presentar a Richmond (futuro Enrique VII) como una "fuerza heroica del bien". La deformidad de Ricardo, exagerada en la ficción, fue un recurso para "demonizar el mal" y "contaminar la subversión" que Ricardo representa.
A pesar de su maldad, Ricardo es un personaje carismático que asume el papel de "Vicio" (de las obras de moralidad medieval), ganándose la simpatía inicial del público con su "ingenio y su humor mordaz".
Lenguaje: El Arma de Manipulación
El lenguaje en Ricardo III no es solo un medio de comunicación, sino una herramienta crucial para la perversidad y el ascenso al poder de Ricardo.
Dominio de la Palabra
Ricardo irrumpe en el orden no solo con hechos, sino a través de la palabra. Utiliza el lenguaje como un instrumento para efectuar el mal y corromper, demostrando una astucia que le permite identificar la debilidad del prójimo para sembrar su "macabra semilla".
Su dominio retórico es tal que es capaz de "engañar y persuadir a los demás personajes". Un ejemplo sobresaliente es la escena en la que corteja y convence a Lady Ana Neville, la viuda del hombre que él mismo asesinó. Ana lo acusa de "sucio demonio" y "bulto de sucia deformidad", pero Ricardo, a través de su elocuencia, manipula sus deseos de venganza y la convence de casarse con él. Esto demuestra el "increíble grado de manipulación" que ejerce.
La palabra de Ricardo corroe, y su astucia le permite triunfar en situaciones imposibles. Aún más, su poder verbal funciona como sustituto de su desventaja física. Los críticos han elogiado su "poder de elocuencia y aptitud para gobernar a quienes le rodean".
El Lenguaje y la Ruptura del Orden
Ricardo utiliza el lenguaje para trastornar el orden de la naturaleza, y sus palabras también pueden volverse contra los demás. Las maldiciones proferidas por otros personajes, como Lady Ana y Margarita, se convierten en elementos de fatalidad y justicia poética que, cargadas de simbolismo, terminan confluyendo en Ricardo.
En la adaptación de Juan Radrigán, el personaje es reducido a un "ser de lenguaje", cuya voz, desprovista de sustancia, se convierte en una pura figuración y "rítmica del lenguaje".
El momento culminante de su caída se inmortaliza con su famosa exclamación: "¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!". Esta frase, que Shakespeare atribuye a Ricardo en medio de la derrota, no es históricamente precisa, sino una invención del "genio literario del bardo inglés". La sentencia significa que uno "cambiaría todo lo más valioso que tiene por aquello que realmente necesita en ese preciso instante", encapsulando la desesperación extrema de un monarca acorralado.
La frase contiene una ironía trágica: Ricardo, quien ha cometido atrocidades para obtener el trono, ahora está dispuesto a renunciar a la corona a cambio de un "simple caballo" para sobrevivir. Vivir se le presenta como "algo mucho más esencial e importante que tener poder".
El Despertar de la Conciencia
La noche anterior a la batalla, Ricardo experimenta un sueño agitado en el que es visitado y maldecido por los fantasmas de sus víctimas. Por primera vez, su conciencia lo apremia. En este momento de desnudez ante la adversidad, se sincera y se da cuenta de su aislamiento: "Mi conciencia tiene mil lenguas separadas, y cada lengua da una declaración diversa, y cada declaración me condena por rufián". Lamenta que "No hay criatura que me ame, / y si muero, ningún alma se va a compadecer".
Este despertar de la conciencia es necesario para el final teleológico de la obra, sirviendo para justificar la destrucción de Ricardo como un castigo merecido por sus malas acciones y conducta subversiva.
Ricardo III es finalmente asesinado en combate singular por Richmond, lo que sella su destino trágico. La obra concluye con el triunfo de Richmond (Enrique VII), declarando una nueva era de paz y la unión de las casas de Lancaster y York.
La Ambigüedad del Personaje en el Contexto Ideológico
El personaje de Ricardo III está marcado por una ambigüedad que problematiza la obra. Esta dualidad se refleja en dos aspectos interconectados: el género de la obra (Historia o Tragedia) y el carácter de Ricardo (villano o redentor).
Villano y Redentor: Ricardo es presentado como una figura maligna, pero su capacidad de ejercer el poder, su intelecto y elocuencia lo dotan de una cualidad "productiva y dinámica", y es admirado por su aptitud para gobernar. Algunos críticos lo consideran un agente de la justicia de Dios, ya que castiga a otros criminales como Clarence y Hastings, actuando como "salvador y diablo". Sin embargo, debe ser silenciado por la ideología Tudor cuando amenaza la autoridad.
Historia y Tragedia: Aunque clasificada como una obra histórica, toma elementos de la tragedia medieval cristiana. Como historia, la muerte de Ricardo es la consecuencia justa de sus crímenes, un mensaje que valida el ascenso de los Tudor. Si se considerara una tragedia tradicional, Ricardo sería visto como un héroe, algo que Shakespeare evitó para no glorificar a un personaje subversivo que desafió el orden social.
Shakespeare, a través de Ricardo, plantea una posibilidad de subversión por un individuo astuto que usa el lenguaje y el intelecto para desbancar a los que ostentan el poder legítimo. Para "contaminar" esta potencial amenaza al trono, Shakespeare necesitó apoyarse en la historia y exagerar la maldad y la deformidad de Ricardo, asegurando que su muerte fuera un resultado moralmente justificado.
En última instancia, la obra mantiene una ambigüedad consciente: no intenta "probar o desaprobar" la verdad del mito Tudor, sino que permite evaluar a Ricardo como una figura humana capaz de rebelarse e imponerse. Este "intelectualismo político" de Shakespeare se manifiesta en la representación dual de Ricardo como un ser que encarna tanto la maldad absoluta como la posibilidad de subversión a través del poder individual.
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